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Nació en Barcelona el 25 de marzo de 1921, hijo de Bernardino y Petra, ambos procedentes de pueblos de la provincia de Cuenca y que murieron muy pronto. Pasó su juventud en el barrio de Vallcarca, en casa de una tía, trabajó de como peón de la construcción y a los 17 años se afilió a la CNT, lo que supuso el mantenimiento del ideal de la justicia social a lo largo de toda la su vida.
Consecuente con su ideario, combatió contra el fascismo desde la 3ª Brigada de Carabineros, en Lleida, en el Segre y Seròs, donde empezó el retroceso hacia el norte, por la imposibilidad de frenar el avance del enemigo. Fue herido gravemente por un obús y pasó la última fase de la guerra hospitalizado en Manresa y después en el que se había habilitado en la iglesia barcelonesa ubicada en los Cinc d’ Oros. Ante la inminente entrada de los fascistas en la ciudad, formó parte de un grupo de evacuados en ambulancia que llegó a Camprodon, desde donde tuvieron que proseguir el camino a pie, hasta llegar a la frontera por el paso de Prats de Molló, el 7 de febrero. En un principio, quedó internado en el campo de Argelès, todavía afectado gravemente por las heridas, y poco después trasladado a Gurs, donde comprobó que se estaba quedando ciego. Atemorizado por la posibilidad de ser devuelto a España si era ingresado en el hospital, dejó que le operara, sin anestesia un médico internado, quien consiguió limpiarle los ojos de los restos de metralla.
En septiembre de 1939 quedó enrolado en el 11º regimiento de la Legión extranjera y destinado a la Línea Maginot, donde cayó prisionero de los alemanes el 23 de junio de 1940, y comenzó su periplo hasta terminar en Mauthausen. Primero tuvo que hacer trabajos forzados de gran dureza en Tulle, luego en Saint-Michel y finalmente a dos stalags, antes no fue embarcado en un convoy destinado a Mauthausen, donde llegó el 12 de noviembre de 1941.
En el campo recibió la matrícula 4534 y sufrió castigos y penurias de todo tipo, en el mismo recinto central y luego al comando Steyr, llegando a contraer el tifus que le abocó a estado comatoso y a permanecer en la enfermería, después de la liberación. Cuando fue repatriado en avión a Paris desde Linz, el 29 de junio de 1945, en el Hotel Lutetia aún padecía la enfermedad y fue trasladado a un castillo cerca de la capital francesa para lograr su recuperación.
Jaime Álvarez permaneció unos años en Paris, pero el recuerdo de la novia, Encarna, que había dejado en Barcelona, le empujó al regreso, una vez constatadas las dificultades de ésta para adaptarse a Francia, a pesar de la pérdida de derechos que significaba. Así, en 1948 llegó de nuevo a Barcelona y comprobó la dureza del régimen hacia los vencidos, con los malos tratos sufridos en la Comisaria de Via Laietana, donde tuvo que acudir para regularizar su situación. Gracias a la intervención de un abogado cercano al régimen y amigo de la familia, pudo librarse de la difícil situación en que se encontraba, pero no acabaron las penalidades, por el calificativo de rojo que le impedía encontrar trabajo. Finalmente consiguió colocarse en un taller mecánico, cuyo dueño también había sido exiliado, y rehacer su vida con Encarna y los dos hijos que nacieron del matrimonio, Jaume y Teresa.
Muy pronto, cuando empezaron a ponerse en contacto ya organizarse los supervivientes que habían regresado, Jaime Alvarez fue uno de los pioneros en esta tarea llevada a cabo por la clandestina Amical de Mauthausen y otros campos. Asistente asiduo a todos los encuentros y actos, con una actitud de gran sencillez y proximidad, en los últimos años de su vida dio una muestra de generosidad extrema cuando, a pesar de su delicado estado de salud, aceptó la presidencia de la Amical, en 2005, para sustituir a Enric Marco, el impostor. Esta responsabilidad pudo ejercerla durante breve tiempo, ya que murió el 12 de abril de 2006.